Sin Maquillaje

Sin maquillaje / [email protected] / 22 de junio de 2024
Alfredo La Mont III
EDUCACIÓN SEXUAL
Don Alfredo, cómo ve usted a las nuevas generaciones. Tengo dos nietos, una jovencita y un joven, los dos de primera. Platicando con mi hija y yerno llegamos al tema de la educación sexual. Mi hija y yerno dicen que lo que les enseñan en la escuela, sus amistades y el internet y que con esto tienen más que suficiente siendo jóvenes muy normales, sin problemas. Yo insisto en que esta información debe salir primero de casa, pero no tengo claro los cambios que han pasado. ¿Qué les puedo decir?
R. Doña Paty, comienzo por asumir que su familia es, o creció católica. En un pasado no muy lejano, crecer en una familia católica significaba soportar sermones bien intencionados, pero a menudo incómodos sobre los peligros del sexo prematrimonial. Estas charlas, generalmente segregadas por género, transmitían un mensaje coherente: salir con alguien no le daba derecho a tener su cuerpo, y la libido de un hombre nunca debería reemplazar su bienestar espiritual. Si bien aparentemente feministas vistas desde cierto ángulo, estas discusiones estaban arraigadas en un marco moral que enfatizaba la abstinencia hasta el matrimonio. Si avanzamos hasta el día de hoy, la educación sexual ha experimentado una profunda transformación. Atrás quedaron los días de advertencias simplistas y juicios morales. En cambio, los educadores reconocen la importancia de brindar información integral que capacite a los jóvenes para tomar decisiones informadas sobre sus cuerpos, sus relaciones y su bienestar.
En las décadas de 1980 y 1990, la devastadora epidemia de VIH/sida obligó a dar un giro a la educación sexual. De repente, la prevención se volvió primordial. Los programas comenzaron a enfatizar el conocimiento práctico: anticoncepción, prácticas sexuales seguras y la importancia de protegerse a uno mismo y a los demás. El tono moralista se suavizó y fue reemplazado por un enfoque pragmático, que reconocía las realidades del comportamiento humano.
La educación sexual actual se extiende mucho más allá de la anatomía y los sistemas reproductivos. Abarca el consentimiento, la identidad de género, la diversidad sexual y el bienestar emocional. Enseñamos a nuestros hijos (y nietos) que sus cuerpos son suyos, sin importar género u orientación sexual. Hablamos de relaciones saludables, señales de alerta y la importancia del respeto mutuo. El objetivo no es sólo prevenir embarazos no deseados o infecciones de transmisión sexual, sino también fomentar el respeto por uno mismo, la empatía y la comunicación abierta. Como padres, participamos en conversaciones continuas con nuestros hijos (no con nuestros nietos). Normalizamos las discusiones sobre cuerpos, límites y consentimiento desde una edad temprana. Destacamos que nadie tiene derecho a su cuerpo sin permiso. Celebramos la diversidad y enseñamos a nuestros hijos a valorarse a sí mismos. En este panorama en evolución, la educación sexual no se trata sólo de biología; se trata de empoderamiento, comprensión y compasión. Y así se desarrolla la nueva narrativa: un viaje desde la precaución moral al empoderamiento informado, donde los jóvenes reciben conocimientos, habilidades de pensamiento crítico y una actitud saludable hacia sus cuerpos y sus relaciones.
LA GUERRA FRÍA
¿Cuánto tiempo duró la Guerra Fría y cuándo comenzó?
R. La Guerra Fría comenzó en 1947 como una batalla ideológica y geopolítica por la influencia global entre Estados Unidos y la Unión Soviética y sus respectivos aliados (el Bloque Occidental y el Bloque Oriental). Alcanzó su punto máximo con la Crisis de los Misiles cubanos en octubre de 1962, cuando el mundo se enfrentó a la amenaza muy real y aterradora de una guerra termonuclear global. La Guerra Fría duró casi 45 años, terminando con la caída de la Unión Soviética en 1991.
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