
El dividendo del mentiroso
¿Pueden las afirmaciones estratégicas y falsas de que las noticias son noticias falsas o deepfakes beneficiar a los políticos ayudándolos a mantener el apoyo después de un escándalo?
Jorge Camargo
Si las noticias falsas eran ya un tema en la manipulación del electorado en los comicios en los que perdió Hillary Clinton, en el contexto del mayor número de elecciones que se están viviendo a nivel global, la irrupción de la inteligencia artificial (IA) generativa ha venido a exponenciar los riesgos.
La istración Biden ha decidido, como la Unión Europea lo ha hecho de otras formas, emitir una orden ejecutiva sobre la IA, a la par del Consorcio del Instituto de Seguridad de la IA, del Instituto Nacional de Estándares y Tecnología, para generar algunas restricciones.
El Instituto Brookings e investigadores del Laboratorio de Gobernanza e IA Responsable (GRAIL), de la Universidad de Purdue, presentaron resultados de un seguimiento del desarrollo en la aplicación de la IA y expresaron su preocupación por los impactos indirectos en la confianza y la creencia de los individuos en el entorno informativo y político en general.
La investigación se basó en si “un entorno de contenido mediático generado por IA y desinformación en aumento podría permitir a los políticos y otras figuras públicas difundir con éxito desinformación sobre la desinformación o reclamar creíblemente que hay noticias falsas”.
Tales afirmaciones podrían proporcionar un beneficio o un “dividendo del mentiroso”, a expensas de la responsabilidad y la confianza pública en instituciones como el gobierno y los medios de comunicación.
El concepto, bautizado como “el dividendo del mentiroso”, tiene que ver con la existencia de deepfakes reales e, incluso, más realistas, que puede hacer que las afirmaciones falsas de desinformación sean más creíbles.
Pero, ¿pueden las afirmaciones estratégicas y falsas de que las noticias son noticias falsas o deepfakes beneficiar a los políticos ayudándolos a mantener el apoyo después de un escándalo?
Esto sería así: la prensa desvela un escándalo y los gobiernos divulgan que esa noticia, en realidad, es una mentira de un adversario para perjudicarlo.
En 2018 se dudaba de que los deepfakes tuvieran algún impacto. Sin embargo, desde entonces han sido utilizados para interferir en elecciones, cometer fraudes, acusar a políticos de escándalos relacionados con el sexo e incluso para lanzar un golpe militar.
Los autores Daniel Schiff, Kaylyn Jackson y Natalia Bueno destacan el problema actual de que, en muchos casos, la autenticidad de imágenes y videos ha sido cuestionada, pero los expertos no han podido llegar a una conclusión definitiva y los detectores de deepfakes se han encontrado poco fiables.
Encuestaron a 15,000 adultos estadunidenses en 5 estudios entre 2020 y 2022. Se les presentaron historias de noticias sobre escándalos reales que involucraban a políticos, mostradas a través de un video o una transcripción de texto. Estas historias incluían comentarios ofensivos sobre temas como raza y género.
Después de los escándalos, se les mostró una respuesta en la que el político afirmaba que la historia era falsa y engañosa, alegando que “no se puede saber qué es verdad en estos días con tanta desinformación por ahí”. Con fines de comparación, algunos participantes recibieron una disculpa, una afirmación acerca de que la historia era falsa sin invocar desinformación, o ninguna respuesta del político.
Se examinaron si estas afirmaciones falsas de desinformación aumentaban el apoyo al político (por ejemplo, disposición a votar o apoyarlo) y afectaban la creencia en la historia y la confianza en los medios.
Encontraron que la gente está más dispuesta a apoyar a los políticos que gritan que hay noticias falsas y estas afirmaciones falsas producen mayores dividendos para los políticos que quedarse en silencio o disculparse después de un escándalo.
En conclusión, los políticos buscan beneficiarse al difundir desinformación sobre la desinformación.
Comparte en Redes Sociales