
Un mal llamado puede desatar un infierno
Lejos de propiciar consenso o empatía, los algoritmos privilegian el escándalo, la confrontación y la mentira viral.
Jorge Camargo
Por décadas creímos que internet sería el gran igualador, un territorio fértil para el intercambio de ideas, el fortalecimiento de la democracia y el empoderamiento ciudadano. Sin embargo, los hallazgos del estudio del Pew Research Center, elaborado en conjunto con Elon University, nos obligan a enfrentar una realidad menos esperanzadora: el entorno digital se ha convertido en un campo de batalla para la manipulación, la polarización y la erosión del diálogo público.
Más de 60% de los expertos encuestados cree que los espacios digitales podrían mejorar hacia 2035, pero incluso entre ellos hay una advertencia clara: las plataformas actuales amplifican las peores inclinaciones humanas. Las redes sociales, diseñadas para maximizar la atención, promueven contenido extremo, desinformación y discursos de odio. Lejos de propiciar consenso o empatía, los algoritmos privilegian el escándalo, la confrontación y la mentira viral.
Esta tendencia tiene efectos concretos. Basta con observar el debate digital sobre la crisis migratoria en la frontera con Estados Unidos. Frente a un problema de múltiples causas —violencia, pobreza, cambio climático—, el discurso en línea se reduce a consignas incendiarias. Desde cuentas automatizadas hasta influencers alineados con narrativas extremas se promueven ideas como que “México no detiene a los migrantes porque quiere desestabilizar a EU” o que “los migrantes son una invasión dirigida”.
En el caso de México, un fenómeno inquietante fue el uso de cuentas afines al oficialismo para amplificar protestas selectivas que luego desaparecieron abruptamente cuando, desde el mismo gobierno, se hizo un llamado público a la contención. La prensa ha dado cuenta de que, incluso, legisladores cancelaron actos de protesta.
Esta retirada sincronizada de cuentas y acciones oficiales sugiere una estrategia digital orquestada que opera con intensidad según intereses del poder. Recuérdese la campaña contra el Poder Judicial. Lejos de tratarse de expresiones orgánicas, estos movimientos parecen más bien engranajes de una maquinaria comunicacional que manipula la percepción pública con fines ideológicos.
En este contexto, las expresiones públicas oficiales han sido replanteadas, pero hacen recordar la amenaza de AMLO de mayo de 2023, cuando, tras declaraciones del senador John Kennedy que cuestionaban la soberanía y cooperación de México en temas de seguridad y migración, AMLO respondió acusándolo de “desinformado” y “racista”, y lanzó duras críticas al Congreso estadunidense.
Además, llamó a los votantes hispanos en Estados Unidos para que no votaran por el senador Kennedy, acusándolo de representar posturas hostiles hacia México y la comunidad latina. Inmediatamente se activaron las redes sociales de Morena. Los llamados desde el poder no son menores. Recuérdese la campaña contra la cadena Oxxo, acusándola de abusos fiscales. Lo preocupante es que, coincidentemente, durante episodios de violencia vinculados a grupos delictivos, fueron justamente estas tiendas las que aparecieron como blanco de vandalismo. Cuando desde el poder se señala a un actor, el entorno digital puede amplificar consecuencias muy reales y peligrosas.
El estudio advierte que esta toxicidad digital no es una anomalía, sino producto esperado de plataformas dominadas por intereses. En lugar de fomentar deliberación, estas redes incentivan lo contrario: miedo, tribalismo y desinformación. A esto se suma una ciudadanía aún poco alfabetizada digitalmente, lo que multiplica el impacto de noticias falsas y narrativas manipuladas.
Estamos ante una paradoja dolorosa: las herramientas que prometían una esfera pública más robusta están debilitando las bases del entendimiento común. La democracia no sólo se erosiona en las urnas o los parlamentos, también se desgasta cada vez que una mentira compartida mil veces silencia una verdad incómoda. El reto ya no es técnico: es cultural, político y profundamente humano.
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